De la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento
En las últimas décadas, los entornos en que se desenvuelve el individuo han cambiado notablemente; desde los lugares de convivencia familiar, que se reducen en las ciudades y se limitan en provincia; los espacios de ocio, lejanas ya las actividades lúdicas al aire libre y entre pares; del candidato popular a las campañas políticas virtuales; de la tienda de la esquina a la compras electrónicas. La comunicación y las maneras de relacionarse han evolucionado.
Sin embargo, “uno de los únicos lugares que quizá esté operando tal y como lo hizo hace más de 50 años es la escuela local.” (Dryden G. & Vos A., 2004). Si bien, en el ámbito educativo se han implementado algunas de las herramientas que ofrece el uso de la tecnología digital, como la búsqueda de información, el correo electrónico y el chat; su uso no muestra la misma constante evolutiva que las demás actividades que realiza el individuo apoyado en el mundo virtual. Un ejemplo de esta evolución asincrónica son los resultados de pruebas como ENLACE que se aplica a los estudiantes mexicanos y que no corresponden a los esfuerzos que hace el sistema educativo.
La enseñanza escolar ha desarrollado en nuestros estudiantes competencias que fueron planeadas para una época en que el aprendizaje no había sido impactado por la tecnología. Actualmente esas competencias no son suficientes para desarrollarse en las actividades laborales permeadas por herramientas digitales, que van desde el ámbito comercial, empresarial, publicitario, de investigación, servicios médicos, hasta actividades de menor relevancia económica como las artes y la ciencia.
La enseñanza escolar ha desarrollado en nuestros estudiantes competencias que fueron planeadas para una época en que el aprendizaje no había sido impactado por la tecnología. Actualmente esas competencias no son suficientes para desarrollarse en las actividades laborales permeadas por herramientas digitales, que van desde el ámbito comercial, empresarial, publicitario, de investigación, servicios médicos, hasta actividades de menor relevancia económica como las artes y la ciencia.